El padre de familia tranquilo, su computadora funciona bien y la conexión es normal. Puede atender cosas de su trabajo y de vez en cuando un mensajito personal a la empleada de la oficina de arriba.
La madre, tranquila, su tablet le permite estar conectada con sus amigas e intercambiar información de muchos temas y estar actualizada. Cada tanto un mensaje a su personal trainer para comentarle que esa zona de dolor que él le masajeó hace dos días está mejor y que otro masajito no le vendría mal.
El hijo mayor, adolescente tardío de treinta y dos años, tranquilo. Su supercomputadora recientemente actualizada le da acceso a todos los juegos imaginables y a ganar algún dinero dando clases de inglés por internet o jugando póker en línea.
La hija del medio, tranquila, su laptop ya está arreglada y puede pasar horas y horas en contacto con su novio y sus amigos intercambiando fotos y comentarios de dudosa procedencia.
El hijo menor también, tranquilo, su nuevo teléfono de enorme capacidad lo mantiene en contacto con sus amigos y mientras juega hace sus tareas escolares on line.
Como se ve ese domingo por la tarde en familia están todos tranquilos y comunicados.
La modernidad tiene eso, nos permite estar en contacto con nuestros afectos.
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