Todos nos hemos encontrado alguna vez esperando por alguien con quien habíamos quedado en un encuentro. Y ese alguien por alguna razón no llega y nos ataca la desesperación. ¿Se habrá olvidado…? ¿Le habrá pasado algo…? Estas y muchas preguntas más nos formulamos mientras esperamos ansiosos.
La reunión puede ser de trabajo o de placer, no importa, pero la espera es igualmente irrespetuosa. ¿Qué genera en mí esa desconsideración de dejarme esperando…? La respuesta a esta pregunta es el motor que me empujará a dejar de confiar en esa persona que no cumplió el compromiso conmigo y que si soy coherente le haré saber que ya no confiaré más en ella. Que mi tiempo es tan valioso como el suyo.
Por supuesto tendré en cuenta los imponderables, pero no el hecho de una tardanza inexplicable ya que esto es lo mismo que decirme que no le importo, que no soy nadie para él o ella, que no soy importante. En ese caso, ¿para qué serviría el encuentro…? Sólo compromiso sin compromiso. Por eso le agradezco la enseñanza y me despido con respeto.
Hay pocas cosas tan desagradables como la impuntualidad, más aún en estas épocas en que disponemos de excelentes medios de comunicación.
¿A qué hora nos encontramos…? Bien, la tolerancia y el respeto nos permiten no más de diez minutos de retraso, las normas de urbanidad también y ni hablar del respeto…!
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