• Las Viudas

Las Viudas

Género: Cuento
Autor: Miguel Cotrofe

LAS VIUDAS

Su enfermedad la llevó a la muerte prematuramente; a los cuarenta y siete años queda mucho por vivir. Su familia la lloró como corresponde (¿cómo corresponderá llorar a un muerto…?). En fin, Osvalda partió quién sabe dónde y el resto aquí seguimos, procurando vivir como Dios manda (¿cómo mandará Dios vivir…?).

Su marido – cultor del aspecto y la apariencia – volvió al gimnasio y a lustrar su auto importado tres veces por semana como se debe, (¿cómo se deberá ir al gimnasio y lustrar el auto tres veces por semana…?). Sus  hijas retomaron las clases luego de un lapso prudencial y sus intensas actividades sociales volvieron a ser como tienen que ser. (¿cómo tendrán que ser las actividades sociales…?).

Lo cierto es que la finadita – como la llama su anciana vecina – ya no está y sus amistades la lloran casi por obligación.

En los numerosos círculos en los que se desenvolvía la recuerdan de distintas formas. Su entrenador personal extraña verla correr por delante y apreciar la bien trabajada espalda, reluciente bajo la remera sudada. Las madres del Colegio Inglés comentan por lo bajo  lo bien que se llevaban durante los intensos entrenamientos.

Las compañeras de Teatro sonríen cuando la recuerdan representando papeles graciosos. ¡Le salían tan bien…!

En el barrio donde vivía desde que se casó con Ricardo era muy conocida por servicial y simpática, siempre dispuesta a colaborar con lo que hiciera falta. (¿Cómo será colaborar con lo que hiciera falta…? Eran comentario general las frecuentes reformas a la casona que Osvalda y Ricardo hacían con gusto y dinero.

Sus amigas de té y bridge sí que sintieron su ausencia, nadie tenía su astucia para jugar y su chispa para hacer chistes. En el club al que solía concurrir para acompañar a sus hijos decían que era una pena que una persona tan buena muriera y tantos atorrantes anduvieran por la calle vivitos y haciendo daño.

Sus compañeras de tenis tenían por Osvalda un especial afecto ya que siempre estaba dispuesta a ceder sus turnos o jugar con cualquier persona que necesitara un compañero para dobles. Conocida por su colaboración con obras de caridad donaba una sustancial parte de sus ingresos para esos fines. Jamás dejó de asistir a personas en situación de calle, aunque su preferencia siempre fueron los niños y a ellos dedicaba sus mayores esfuerzos; esto le costaba no pocas discusiones con Ricardo. El ganaba muy buen dinero, pero no tenía la generosidad de su mujer.

En la Iglesia a la que asiduamente concurría – por cierto con fe y devoción – comenzaron a llorarla aún antes de morir porque conocían el diagnóstico por un médico amigo del sacerdote que a veces dirigía los retiros prematrimoniales para varones. (¿Cómo se dirigirá un retiro prematrimonial para varones…?

Animadora constante y divertida en cuanto evento social se presentara, era la elegida para conducir fiestas, festivales o funerales. Su hogar podría haber sido perfecto a no ser por las frecuentes riñas maritales; por dinero o sospechas de infidelidades mutuas discutían y peleaban aunque siempre se las arreglaban para finalizar en buenos términos. (¿Cómo será pelear y arreglarse para finalizar en buenos términos…?

Poco después de su partida llegó el día de su cumpleaños y la líder de uno de los grupos tuvo la fantástica idea de ir a tomar un café para celebrar el onomástico…(¿¿¿). (¿Cómo será ir a tomar un café para festejar el cumpleaños de un muerto…?). Leyendo el chat del grupo se pudo advertir todo tipo de excusas. ¡Menos mal, había gente con algo de coherencia…!

Poco antes de cumplirse un año de su fallecimiento desde cada uno de los múltiples círculos donde se movía Osvalda se comenzaron a implementar homenajes y en todos el primer invitado fue Ricardo quien al advertir lo complejo que sería asistir a tantos lugares al mismo tiempo pidió a la directora del colegio de sus hijas que centralizara los diversos actos en uno solo. Sería multitudinario, pero era lo que su mujer se merecía y claro, más fácil para él.

Cuando llegó el día todas las relaciones del grupo familiar coincidieron en el patio del colegio. Hubo muchísima gente, amigos, parientes, conocidos, vecinos y curiosos. Las compañeras de las hijas, presentes de riguroso uniforme. En el improvisado escenario se juntaron al menos seis personas con discursos preparados de antemano. ¡Todas pretendían decir lo suyo sin comprender qué tenían que decir los demás….! Todas se sentían la mejor amiga de la finadita…

Así transcurrió el incómodo acto de recordación. Varios codazos fueron visibles y las interrupciones mal disimuladas. Muchos de los asistentes no se conocían entre sí, la mayoría. De todos modos, saliéndose del libreto preparado se las arreglaron para hacer ver que “su” grupo era el preferido de Osvalda, no sin despertar cuchicheos y comentarios.

Al finalizar el encuentro, durante el té que gentilmente habían preparado las monjas del colegio se suscitaron múltiples conversaciones en las que abundaban los reproches y quejas por el manejo de la situación.

- ¿Quiénes son esas…?   ¿Qué hacen aquí…?

- Si nosotras éramos sus verdaderas amigas, ¿qué se creen…?

Esto se repetía en todos los grupos, así hablaban unos de otros.

  • ¡Yo conocía todos sus secretos…! Decía una.

  • A mí me confió el cuidado de sus hijas, decía otra.

  • ¡Las cosas que le tapé…! Se escuchó en otro lado.

  • ¡Yo me cansé de acompañarla a llevar ropa a la villa..! dijo alguien al oído de alguien.

  • A ver…¿con quién jugaba al tenis todas las semanas…? dijo una veterana muy elegante y confundida.

  • Yo la atendí toda la vida dijo una odontóloga furiosa…

  • Claro… porque la señora es profesional… murmuraron en las cercanías.

Y así muchas personas se adjudicaban ser la mejor amiga y compañera de la homenajeada que a esta altura se estaría revolviendo en la tumba escuchando tanta estupidez, viendo tanta soberbia y falta de humildad. ¡Si tan sólo supieran lo que me tocó pasar…!

Ricardo, testigo sorprendido de todo esto pensó con razón que quien murió había sido su mujer, aunque tantas personas se consideraran las viudas.

 

                                                Mar del Plata, otoño de 2022.

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