Fue la peor noche de su vida. Se despertó gritando, empapado en sudor, aterrado, temblando de pies a cabeza. La cama totalmente desordenada, enredada, con los objetos de su mesa de noche desparramados por el piso alfombrado.
Presa aún del sueño se levantó y fue a lavarse la cara para despejarse, serenarse y analizar qué había pasado por su cabeza esa noche. Se miró en el espejo y se asustó con lo que vio. Pálido, ojeroso y demacrado. Nunca hubiera imaginado que podría lucir así. Notó la remera mojada y hasta se olió mal.
Luego de refrescarse se sintió mejor y pudo prepararse el mate con el que se sentó en el balcón para poner en orden sus pensamientos. Tardó mucho tiempo. Trató de recordar los sucesos de la noche anterior antes de irse a dormir. (O a sufrir…?). Lo primero que le llegó a la mente fue su llegada a la fiesta. Algo retrasado y cansado por el partidazo de la tarde dejó las botellas en la heladera y comenzaron los saludos y presentaciones. Nada en especial le llamó la atención y se preparó para otra reunión de las habituales de sábado con amigos. Notó una presencia desconocida, lo que atrajo su atención fue la elegancia y la presencia. Tenía ese “algo” que a veces genera más cosas que la belleza. Ella conversaba con varias personas pero eso no impidió que Federico se acercara curioso a presentarse al grupo. Saludó atentamente a todos pero frente a Delfina se detuvo un poquito más y la miró detenidamente a los ojos. Buscó algo en ellos y lo encontró, además del extraño color almendra, un brillo especial y pícaro.
Fuera de esta sorpresa todo transcurrió como de costumbre. Copas, brindis, tragos, risas, anécdotas, más tragos y las clásicas pizzas de Angelo’s, pretencioso nombre de la pizzería del barrio. Circuló algo de hierba, lo de siempre. Por eso no pudo encontrar hasta ahora explicación a su terrible noche, a sus espantosos sueños. Todo había sido rutina y por qué no, algo de aburrimiento.
Con el mate cebado en la mano entrecerró los ojos para recordar y de ser posible, entender. Poco a poco le llegó lo que buscaba. Volvió de la fiesta con bastante alcohol encima pero no tanto como para no saber que no había pasado nada especial salvo Delfina y su aura misteriosa y atractiva. Intercambiaron unas palabras y nada más. Así que volvió a su departamento de soltero, se acostó y rápidamente se quedó dormido. O sea que todo lo que siguió fueron sueños. Y poco a poco fue deshilvanándolos llegando a la conclusión que fue sólo uno con varios momentos. Uno peor que el otro.
Federico soñó vívidamente que estaba sólo y se le acercaban letras, grandes, pequeñas, de variados colores y formas. Letras sin orden alguno que como un torbellino lo envolvían, lo elevaban, tiraban de él y lo arrojaban lejos para que tentáculos de letras lo volvieran a atrapar y seguir jugando como si fuera una pluma en el viento que precede a la tormenta.
Sabía que estaba soñando, quería despertarse y no podía. Buscó fuerzas donde no las había, quiso volver a ser el superhéroe de sus sueños de niño pero inútil. Un fuerte sacudón de las letras lo lanzó contra lo alto de un edificio y cuando estaba cayendo lo elevó a una velocidad tal que le agregó más terror a su ya desaparecida capacidad de asustarse. ¿Qué estaba pasando…?
Se vio (y se sintió) volando a increíble velocidad entre astros y estrellas, descubriendo galaxias sin poder parar, quería despertar para no enloquecer pero no lo lograba. Sabía que soñaba pero totalmente descontrolado no atinaba ni a respirar profundo. Creyó ver – tal vez los vio en realidad – seres desconocidos que observaban lo que sucedía; lo veían sufrir pero no hacían nada para rescatarlo. Nunca dejaba de estar envuelto en ese gigante tornado de letras que por un momento lo tenía en las alturas y en un instante lo llevaba a la superficie del mar donde gigantes olas de letras lo revolcaban, lo hundían y lo elevaban peligrosamente. En un momento en que parecía aquietarse esa locura creyó ver que las letras que lo acosaban sin piedad tomaban cierto orden. El sonido de todo este descomunal movimiento era ensordecedor y zumbaba como una manga de langostas que destruía todo a su alrededor.
Podría decirse que Federico estaba bajo efectos de algún alucinógeno pero no, él mismo lo consideró dentro de ese sueño y lo descartó. Estaba soñando el peor sueño de manera tan real y lo estaba sufriendo de tal manera que por momentos deseó que sucediera cualquier cosa que pusiera fin a esa tortura. Recordó que su abuela le decía que cuando tuviera miedo le rezara al “Santito”, lo hizo como pudo pero evidentemente ese día andaba de milagros por otro pueblo y todo siguió igual.
En un momento se hizo absoluto silencio, total ausencia de cualquier sonido. Federico se alteró aún más, sintió que la violencia se atenuaba y que los movimientos que lo sacudían en todas direcciones se atenuaban y presagió el final. Ese enloquecedor sueño no podía terminar bien. Se entregó, dijo basta y se dejó caer hasta una superficie desconocida donde había enorme cantidad de letras que lo atraían. Iba tomando velocidad a medida que descendía y también más sereno pudo observar que las letras se ordenaban formando palabras. Miríadas de letras formaban millones de palabras. Sólo la vista lo acompañaba ya que el silencio y la falta de gravedad le permitían concentrarse en esa apabullante visión. No había límites, todo palabras. Algunas comenzaron a atraer su atención y se dirigió hacia ellas.
En ese momento comenzó nuevamente el sonido. Esta vez no era un zumbido, era la suma de timbales desafinados que atronaban junto a bombos, tambores, redoblantes, bongóes, congas, marimbas, castañuelas; hasta panderetas, maracas, platilllos y cajones peruanos que Federico reconocía por su afición a la música. Al principio con ritmo y secuencias; luego todo junto, enloquecedor, como queriendo preponderar un instrumento sobre otro. Se sumó un grupo se aborígenes golpeando troncos ahuecados sin compás…el volumen subía hasta límites insospechados. Su cabeza, al borde del estallido.
Una “M” de gran tamaño a la que se acercó lo golpeó de tal manera que voló como si fuera un papelito. Desde esa perspectiva vio la palabra completa, “MALDAD”. Atontado por el golpe y por lo que había visto pensó que cualquier cosa era mejor que ese horripilante sueño del que no podía despertar. Se dejó llevar y sobrevolando unas coloridas letras advertido y con cuidado trató de ver que palabra formaban. Su ahogado grito podría haberse oído en todo ese universo en el que se encontraba y trató de borrar “CORRUPCION” con espanto y desesperación. No pudo, al lado estaban “HAMBRE”, “POBREZA”, “ENFERMEDAD”, “EGOISMO”, “DOLOR” y “MUERTE”. Vagamente creyó leer…“FORTUNAS”, “AVARICIA” y ahí nomás…”SOCIEDADES SECRETAS”, “MULTINACIONALES”… todo envuelto en una nube oscura y pegajosa donde se adivinaban…”PODER” y “DINERO”.
Las letras lo asaltaban y lo golpeaban salvajemente, no se recuperaba de un golpe y ya recibía varios más, desde todos lados lo atacaban, lo desgarraban pero no sentía ningún dolor. Las “M”, las “C” y las “A” parecían reírse de él. Las “G”, las “O” y las “N” eran las que le daban la tremenda velocidad que lo hacía sentir su cara deformada por el viento como cuando alcanzaba gran velocidad con su motocicleta; casi sin poder abrir los ojos y sin poder tomar una dirección otra vez se dejó llevar. No daba más, en su sueño soñaba que el despertador lo iba a liberar de esa pesadilla pero no había caso, no despertaba. Resignado ya y con algo de curiosidad decidió enfrentar a “INJUSTICIA” que se le venía encima amenazadoramente y logró frenarla. Esto lo envalentonó y decidió seguir adelante sacando fuerzas de lo más profundo de su ser cuando una grotesca “O” lo golpeó con tal fuerza que se deformó lanzándolo contra dos “V” que lo esperaban de punta, se las ingenió para pasar entre ellas y tomó más coraje al saber que estaba en condiciones de hacer algo por sí mismo. Podía tomar iniciativas y eso hizo.
Buscó elevarse para tener más claro el panorama y más tranquilo pudo observar las palabras formadas a la distancia. Igualmente se escuchaba gritar para despertarse con sus propios sonidos, sin resultado. Notó a pesar de todo que había ciertas palabras que vibraban de manera diferente a las demás. Hizo un esfuerzo para distinguirlas y al cabo de un tiempo se dio cuenta de algo, entre los millones de palabras que podía ver había ciertas letras que se desplazaban como gusanos entre las demás, formaban curiosos dibujos pero conservaban la estructura. Aparecieron entonces “IGUALDAD”, “COMPASION”, “CONSIDERACION” y “MUSICA”…
Ante tamaña sorpresa y sintiéndose aplomado y más seguro de sí mismo tomó conciencia de lo que podía lograr. Se elevó aún más y con claridad pudo leer “PAZ” y “AMOR”. Entusiasmado hizo otro esfuerzo para llegar lo más alto posible y casi extasiado leyó “LIBERTAD”. En ese momento se despertó realmente y comprendió que a pesar de las más horribles pesadillas al final había una “ESPERANZA”.
Ese domingo no salió de su casa, los mates, el aire fresco y los ronroneos de su gato lo calmaron y sintió que a su alma le había crecido algo.
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