• Kostelén

Kostelén

Género: Cuento
Autor: Miguel Cotrofe

Kostelén

Kostelén (cara afilada), nació en territorio qom, en el límite entre Santiago del Estero y Chaco. Hijo de un cacique poco querido por tratar con los criollos temas referidos a sus costumbres “primitivas” y ser permisivo con las pretensiones de los “blancos”. A instancias de su madre, aborigen que jamás renegó de sus orígenes y tradiciones a los siete años estuvo unos meses viviendo en la escuela del paraje cuyo nombre omitiré ex profeso. El maestro – también oficiaba de enfermero, cocinero, psicólogo y mucho más – le tomó cariño por su docilidad y habilidad manual. Cuando ya había adquirido bastante de lengua española y podía leer textos simples se entusiasmó con la cestería y una rudimentaria carpintería sin herramientas…

Un día su padre, el cacique, llegó a la escuela con unos desconocidos y manifestó al maestro que Kostelén iría a vivir con una familia de la ciudad para ayudarles en tareas de mantenimiento del jardín de su vivienda y un pequeño hotel de su propiedad; ellos se encargarían de continuar con la educación del joven. Así, sin más tuvo que despedirse de sus compañeros y a las corridas, de su madre. El maestro se puso muy triste ya que sabía el destino de ese chico, lo había visto muchas veces a lo largo de su carrera docente en la provincia del Chaco.

Kostelén comenzó su nueva vida con entusiasmo, nunca había salido del monte y le llamaba la atención la vida del pueblo. Sus tareas comenzaban muy temprano por la mañana y finalizaba al oscurecer. Muy cansado comía lo que quedaba de la cena familiar y se acostaba rendido. Así pasó un tiempo en que de a poco pudo integrarse a un grupo de chicos de su edad que callejeaban todo el día. Como a la señora de la casa no le gustaba su nombre comenzó a llamarlo Caín, vaya uno a saber porqué. Aprendió a fumar y también comenzó una carrera de consumos varios. Por cuestiones menores tuvo algunos encontronazos con la ley y sus supuestos guardianes.

Nunca fue a la escuela que estaba a la vuelta de la casa, miraba a los alumnos ir y venir y extrañaba a su querido maestro de la escuela rural. Varias veces preguntó si lo enviarían alguna vez y la respuesta fue siempre la misma “eso no es para vos”.

Creció así, obedeciendo a todo lo que le ordenaban hasta que de tanto hacerlo se domesticó. Se convirtió en un autómata con algunos vicios, invisible para todos hasta que le llegó la edad de votar. Entonces conoció otro tipo de patrón, le regalaba al principio y luego exigía diferentes cosas, algunas lejanas a sus pocos principios. Conoció algunas mujeres aunque con ninguna llegó a tener una relación duradera. No se hizo cargo de un hijo que no lo lloró cuando una bala policial terminó con su vida inocente salvando al verdadero culpable, amigo del poder. Así, a los diecinueve años, solo, triste y desamparado se convirtió en un número más de las estadísticas.

Kostelén, o Caín, nos deja varias enseñanzas - si las queremos ver.

NOTA: este relato está basado en un hecho real recopilado por mí en el monte Impenetrable, Chaco.

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