ERA UN SEÑOR
Era un señor como tantos, observador detallista, silencioso, discreto y amable. Amigo de investigar y aprender cosas nuevas a las que dedicaba entusiasmo y energía. Al hablar lo hacía pausada y tranquilamente, mostrando su amplia cultura general sin hacer alarde de sus conocimientos.
Esta historia comienza precisamente con la adquisición de nuevos saberes que aparecieron en su vida gracias a su innata curiosidad.
Diego consideraba que la vida de una persona estaba formada por lo que cada uno traía genéticamente y las habilidades que lograba con su esfuerzo personal. Que la visión de todo estaba condicionada por las circunstancias que cada día quitaban o agregaban vida a la vida. Como había escuchado en una charla, cada uno tenía su propio mapa, era su propio mapa, es decir veía y vivía según sus propias percepciones y lo modificaba según podía o quería.
Tenía – o creía tener – su vida organizada. Armada en la rutina de años de ejercer su profesión. Todo funcionaba en forma ejemplar gracias a su costumbre de tomar un trabajo, desarrollarlo y entregarlo. Por eso era confiable y prestigioso; esto generaba buenos ingresos y un muy buen pasar para él y su familia.
Vivía con su esposa – la segunda – y tres hijos de ese matrimonio. Se podría decir que vivía feliz. Estuvo muy mal aní-micamente luego del fracaso con su primera mujer; era buen tipo, pero algo maniático a la hora de trabajar y tal vez bastante controlador por lo que Alicia decidió poner fin a la relación dejando en claro cierta fragilidad en la misma. Diego pudo superarlo gracias al conocimiento de diversos mundos en los que se sumergió a través de la lectura y a la oportuna llegada de Sofía a su vida.
Este era el mapa actual de Diego, todo bajo control; como se dijo era rutinario y confiado en que si seguía así todo iba a andar siempre sobre rieles. Pero su curiosidad lo fue llevando poco a poco a interiorizarse por cosas nuevas y de su mundo – del mundo como él lo concebía – quedó poco. Un día por una cosa y otro día por otra fueron generándose imperceptibles cambios al principio y poderosos cuestionamientos después. A esta altura de su vida Diego había cambiado bastante. Es más, se había caído del mapa anterior y había entrado en otro, más amplio.
El vértigo con el que llegó a plantearse la vida era incontrolable aún para él que tenía todo planificado. Podría decirse que se le cayó la estantería cuando llegó a sus manos un libro sobre espiritualidad que lo llevó a otro acerca del origen del hombre sobre la Tierra y éste a su vez lo conectó con diversos grupos de gente que tenían ideas muy diferentes a las que lo habían sostenido toda su vida. Se le apareció un mundo nuevo y desconocido, que él quiso inmediatamente desentrañar. Pasó sin darse cuenta de un mapa a otro, cada uno más amplio que el anterior.
Antes se había caído de uno pero ahora el golpe fue brutal. Su entrega al trabajo disminuyó, cada vez delegaba más en sus empleados que aprovechaban la oportunidad de hacer las cosas a su manera. Compró muchos libros y se suscribió a publicaciones de internet. Visitaba enorme cantidad de páginas y bajaba material de estudio que devoraba incansablemente.
Un día escuchando una conferencia se dio cuenta que sabía del tema más que el exponente. Se quedó hasta el final esperando algo nuevo, pero no, conocía todo lo que se había dicho. Comenzó a meditar con un grupo de su barrio y al poco tiempo era Diego quien dirigía las meditaciones. Avanzaba a pasos agigantados en todo lo que emprendía, le imponía un ritmo arrasador. Terminaba con algo y ya estaba con cosas nuevas. Su obsesión por el trabajo se trasladó a estas nuevas inquietudes y lo pasaba bien. Estaba muy a gusto con esta gente que tiempo atrás hubiera dicho que era “rara”. Tenía una energía motivadora tal que nada lo frenaba, era una locomotora a toda velocidad.
Comenzó a quemar incienso, a comer menos carne, a hacer largas caminatas en solitario, a meditar y así se fue introduciendo cada vez más en ese recién conocido mundillo, en otro mapa, muy diferente del anterior. Sólo mantenía intacta su relación con Sofía y con sus hijos. Se llevaban muy bien y se respetaban; ella lo dejaba hacer porque lo veía feliz y los chicos copiaban muchas de sus nuevas costumbres.
Y así Diego fue transmutando su vida. Lo que antes era rutina y costumbres desapareció para dar lugar a otra realidad, más centrada en lo interior, en lo improvisado y espontáneo. A veces le pasaba que ante situaciones conocidas reaccionaba de manera totalmente diferente, sonreía ante dificultades que antes lo ponían de mal humor o se detenía a mirar los pájaros en la placita del barrio. De las lecturas que hacía sacaba buenas enseñanzas que capitalizaba para sí y las transmitía a los suyos. Se sorprendía él mismo y disfrutaba esos cambios.
Demás está decir que Diego comentó esto con Sofía quien lo escuchó atentamente y sonriendo le dijo:
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Tal vez los cambios que surgieron en tu vida te llevaron a esto…
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¿Te parece…?
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Y…por si no te diste cuenta has cambiado tanto en tan poco tiempo que a veces me cuesta aceptarlo.
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No sé lo que me pasa, veo todo distinto, siento las cosas de otro modo, es como si me hubiera trasladado en el tiempo y en el espacio, veo y vivo las emociones desde otra perspectiva.
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Me encanta el cambio, te veo tan bien, seguro de vos mismo, acertado en las palabras, sereno…me gustás Diego, más que antes.
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Bueno, bueno…caramba, ¡cuánto me alegro…!
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Estás más alegre y comunicativo…
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Es que me siento libre…como si pudiera respirar mejor, no sé, hay cosas que no me puedo explicar…
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No importa, disfrutá, viví, aprovechá…